Relato humorístico publicado en la Revista "El Monitor" del Ministerio Nacional de Educación - Argentina.
Por Rudy
Esta vez la señorita Silvia pensó que la tenía fácil. Claro, se trataba de hablar de la infancia, con sus alumnos. Los niños.
¿Quién mejor que ellos, los verdaderos protagonistas, para poder trabajar el tema? La señorita Silvia respiró aliviada. Suspiró. Hizo 50 metros de caminata respiratoria: "un, do, tré, cua", inspirando, y luego, "un, do, tre, cua, cin, seis", largando el aire.
Solo por las dudas, hizo esos ejercicios de relajación que uno de sus colegas -maestro de séptimo grado, él- le recomendó, más bien le advirtió, que hiciera antes de entrar en clase.
Y entonces, conceptualmente relajada, actitudinalmente confiada y procedimentalmente activa, entró. En el aula, los chicos. Como siempre. Como nunca.
-¡Hoy vamos a hablar de los límites de la infancia!- anunció la señorita Silvia al vacío, ya que el ruido que hacían los alumnos transformaba en imposible cualquier intento de escucha más o menos razonable. Insistió a los gritos:
-¡¡¡¡ La infancia y sus límites, dije!!!!!
-¡¡¡¡ La infancia y sus límites, dije!!!!!
De pronto, el silencio resaltó su voz.
-Seño, yo los sé -dijo la dulce Julieta-: la infancia limita al Norte con Bolivia, Paraguay y Brasil, al Oeste con Chile, y al Este con Uruguay.
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